Las palabras son extremadamente importantes para Dios. Su Hijo, Jesús, es “el Verbo” (Juan 1: 1). Lo que hablamos es tan importante que dos de los Diez Mandamientos de Dios tratan específicamente de nuestras palabras.
Dios escucha cada palabra que decimos. Se toma en serio nuestras bendiciones y nuestras maldiciones. Con su ayuda podemos controlar nuestra habla, utilizándola solo para alabar a nuestro Padre Celestial y edificar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo (Salmo 35:28).
Oro para que mis palabras habladas y mis pensamientos ocultos sean aceptables para Dios
Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.
Si no controlo mi lengua, entonces ella me controla
Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado; llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos á los hombres, los cuales son hechos á la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, no conviene que estas cosas sean así hechas.
Maldecir es un signo de maldad
Por cuanto se alaba el malo del deseo de su alma, Y bendice al codicioso ó quien Jehová aborrece. Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude: Debajo de su lengua, vejación y maldad.
Cristo es mi ejemplo al soportar las maldiciones de otros
Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas: Quien cuando le maldecían no retornaba maldición: cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente.
Las palabras que hablo afectan mi calidad de vida
¿Quién es el hombre que desea vida, Que codicia días para ver bien? Guarda tu lengua de mal, Y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; Busca la paz, y síguela.
Las verdaderas maldiciones están reservadas para aquellos que predican una perversión del evangelio de Cristo
No que hay otro, sino que hay algunos que os inquietan, y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas aun si nosotros ó un ángel del cielo os anunciare otro evangelio del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora decimos otra vez: Si alguno os anunciare otro evangelio del que habéis recibido, sea anatema.
Maldecir a mi familia me trae destrucción
El que maldice á su padre ó á su madre, Su lámpara será apagada en oscuridad tenebrosa.
Los seguidores de Jesús son conocidos por su habla; Maldecir es una clara señal de no conocer a Cristo
Y un poco después llegaron los que estaban por allí, y dijeron á Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu habla te hace manifiesto. Entonces comienzó á hacer imprecaciones, y á jurar, diciendo: No conozco al hombre. Y el gallo cantó luego.
A los que maldicen sus maldiciones les persiguen
Y trabajamos, obrando con nuestras manos: nos maldicen, y bendecimos: padecemos persecución, y sufrimos.
Nuestro gran Dios maldice a los que intentan engañarlo
Maldito el engañoso, que tiene macho en su rebaño, y promete, y sacrifica lo dañado á Jehová: porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es formidable entre las gentes.
Puedo elegir bendecir en lugar de maldecir
Mas á vosotros los que oís, digo: Amad á vuestros enemigos, haced bien á los que os aborrecen; Bendecid á los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
El cielo no tiene maldiciones
Y no habrá más maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán.