El verso de hoy sobre las palmeras florecientes me recuerda a las altas palmeras que vi en Manuel Antonio, Costa Rica.

Allí, las palmeras bordeaban las calles. Eran tan altas que cuando mirabas hacia arriba, solo veías palmeras con un fondo de cielo azul y nubes blancas.

Por supuesto, no todas las palmeras dan cocos, pero todos los cocos provienen de alguna palmera. Nunca olvidaré el agua ni la carne blanca como la nieve del interior del coco tierno.

La palabra “florecer” significa “ser vigoroso y prosperar abundantemente”. Ambas son cosas que Dios desea que hagamos con su ayuda.

La gente en tiempos bíblicos valoraba la palmera por su fruto y el cedro por su madera. Ambos árboles fueron apreciados por su belleza y ambos pueden sobrevivir durante muchos años.

Dios, que creó las palmeras y los cedros, quiere que vivas como ellos, que hagas crecer tu vida en Cristo tan alta como las palmeras de Costa Rica.

Da a los demás el jugo espiritual puro y permite que el delicioso Pan de Vida los enriquezca. Entonces ellos también encontrarán que su fe en Jesús florece, transformando su vida entera para glorificar a Dios.