por Darla Noble
Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.
Por lo general, no es difícil encontrar fragmentos de verdad y relevancia en los viejos dichos y adagios que nuestros padres y abuelos siempre parecían tener para nosotos. Ya sabes, cosas como:
No se puede juzgar un libro por su portada.
La belleza es más que superficial.
Cosechas lo que siembras.
Pero hay un dicho que probablemente hayas escuchado en más de una ocasión y que no podría estar más lejos de la verdad.
El dicho, Palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca podrán lastimarme, es una gran mentira, grande y pestilente.
Las palabras tienen un poder enorme. Pueden hablar de vida o pueden herir e incluso destrozar.
Por eso es imperativo que elijas tus palabras con cuidado. Usa tus palabras para alentar y edificar, no para lastimar ni destruir.
Piensa dos veces antes de hablar, porque tus palabras e influencia plantarán la semilla de inspiración vivificante o una desalentadora herida en la mente de otra persona.
Asegúrete de que tus palabras no solo edifiquen a los demás, sino que también glorifiquen a Dios. Ten en cuenta que tus palabras reflejan el amor y la gracia que Jesús te ofrece en abundancia.
¿Qué palabras puedo decir o escribir hoy que tengan la capacidad de ayudar, sanar y alentar?
Querido Dios, gracias por tu Palabra, la Biblia, por darme guía e inspiración. Que mis palabras se usen solo para animar a otros. Que nunca inflijan dolor a uno de tus hijos. Ayúdame a cuidar lo que digo. En el amado nombre de Jesús oro, Amén.