por Heather Tietz
Y Jabes fué más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto le parí en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: Oh si me dieras bendición, y ensancharas mi término, y si tu mano fuera conmigo, y me libraras de mal, que no me dañe! E hizo Dios que le viniese lo que pidió.
Jabes comenzó su vida como el que tenía pocas posibilidades.
Su madre lamentó su nacimiento. Ella lo llamó “Dolor”. Sin embargo, a pesar de los malos comienzos, Jabes vivió una vida honorable. Tal vez el recuerdo de sus orígenes y el temor de su futuro lo humillaron. Su nombre, en lugar de inhibirlo lo llevó a desear más de la vida.
No quería ser una persona de dolor. También sabía que no podía salir de esto solo.
Jabes clamó al Todopoderoso: “Hazme más que mi nombre. Sálvame del dolor de la pobreza. Sálvame del dolor del mal. Sálvame del dolor de la vida sin tu mano atenta. No quiero ser la persona que todos creen que estoy destinada a ser”.
Y Dios, le respondió como un Padre, que se complace en dar buenas dádivas a sus hijos.
Jesús nos dice en Lucas 11:9 “Y yo os digo: pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá”.
Antes de lanzarte con valentía, con orgullo, o quizás con ingenuidad, a tus ocupaciones, toca las puertas del cielo como lo hizo Jabes, y primero solicita la ayuda de Dios. La bendición de Dios en tus esfuerzos significa éxito.
¿Cuál es mi próximo gran cometido? ¿Lo he puesto delante de Dios como lo hizo Jabes?
Querido Señor, ¡Bendíceme, en verdad! Tú sabes lo que necesito. Sabes lo que quiero hacer. Oh, Señor, expande mi influencia. Ayúdame a estar de pie para traerte honor y gloria. En el amado nombre de Jesús oro, Amén.