Atesorado

por Heather Tietz

Juan 6:37-39

Todo lo que el Padre me da, vendrá á mí; y al que á mí viene, no le hecho fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, mas la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero.

De niño, atesoraba una manta.

Era amarilla y de algodón con un ribete de raso. La amaba como a una mascota. La llevé conmigo tantas veces, y durante tantos años, que finalmente pude usarla como una bata. No importaba lo descolorida, lo rasgada que estuviera, la adoraba.

Cuando amas algo por completo, no te importa que los demás lo consideren inútil.

Si nosotros, como seres humanos defectuosos, podemos volvernos tan enamorados, tan leales, tan centrados en algo material, ¿cuánto más apasionado se siente nuestro gran Dios hacia nosotros? Su amor debe ser más fuerte, su compromiso mucho más inquebrantable que el nuestro.

Si has venido a Jesús, si le has entregado tu vida y suplicado: “¡Señor, sálvame, arréglame, cámbiame, sáname, ayúdame, hazme como Jesús!” entonces eres el tesoro de Dios. Él te reclama y promete que nunca te echará.

Un día, serás levantado con Jesús al cielo, una persona perfecta para un lugar perfecto.

Jesús dijo que valemos más que las flores silvestres, tan espléndidamente vestidas por Dios (Mateo 6:28-29). Somos su novia, el verdadero amor de un Dios fiel.

Eres el tesoro eterno de Dios. Vive hoy como que eres así de valorado.


Reflexión

¿Cómo me veo? ¿Cómo me ve Jesús? Cuando le pido a Jesús que me llene y brille a través de mí, también le pediré que me vea a mí mismo, y a todos los hijos de Dios, a través de la misma lente amorosa que Él ve.


Plegaria

Querido Dios, no puedo ofrecerte nada más que mi corazón. Gracias por prometerme levantarme en lugar de echarme. Ayúdame a vivir como el tesoro que soy para ti. En el nombre de Jesús, amén.