Hay una hermosa playa en California, rodeada por rocas y pozas de marea. A través de la arena corre un lúdico riachuelo que procede de las casas de los millonarios.

El riachuelo es un atractivo lugar para jugar, especialmente para los niños. Desafortunadamente, también es el lugar más peligroso para ellos.

El agua en sí misma es buena. Pero esta escorrentía de agua ha caído en caminos rociadas con herbicidas, en autos cubiertos de los gases del escape, sobre plantas con pesticidas y en calles llenas de aceite. Este arroyuelo realmente es una trampa tóxica. Para cualquier padre que vea la señal de alerta oculta luego de que su hijo haya estado jugando en él, esto es algo despreciable.

Somos un poco como el agua. No siempre podemos controlar dónde caemos, el lugar donde nacemos, si nuestra familia es disfuncional o si nuestra ciudad es segura. Pero sí podemos vigilar lo que absorbemos y lo que llevamos a nuestro corazón. ¿Ponemos rutinariamente los deseos de Jesús allí o los nuestros?

Dios nos ama ya sea que busquemos películas inadecuadas, música impropia y actividades nocivas o ya sea que busquemos las cosas que dan vida y amor. Sin embargo, como un buen padre, rechaza lo que nos corrompe o nos enferma. Nuestro buen Padre quiere lo mejor para nosotros.

¿Por qué ir a otro lugar? Mantente cerca del abrazo seguro de Dios.