Los prisioneros de guerra retenidos por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial fueron tratados de manera tan deplorable e inhumana que para sobrevivir a menudo hicieronn cosas que nunca habrían hecho de otra manera.

Sin embargo, un pequeño grupo de prisioneros decidió que la única esperanza que tenían para sobrevivir era depender de alguien más grande que ellos. Ese alguien fue Dios.

Muchos de los prisioneros de guerra nunca habían afirmado ser cristianos. Otros aún no habían creído, incluido Ernest Gordon. Pero como Ernest era un graduado universitario, le pidieron que guiara al grupo en la lectura y discusión del Nuevo Testamento, capítulo por capítulo.

Como resultado, la mayoría de ellos aceptaron a Jesús como su Señor y Salvador. El grupo de hombres menesterosos, egoístas, ansiosos y desesperados encontraron una razón para tener esperanza y ayudarse a sobrevivir unos a otros.

¡Qué milagrosa historia del amor de Dios en acción!

En el versículo de hoy, Dios promete que renacerá en nuestros corazones de piedra. Aférrate a esa promesa. Deja ir todo lo que esté endureciendo tu corazón y dáselo a Dios. Vive las palabras de 1 Juan 1:9 que dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y limpiarnos de toda maldad”.

¡Deja que el poder limpiador de la sangre de Jesús haga de tu vida un milagro!