por Erica Cosgrove
Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón, Y que baja hasta el borde de sus vestiduras.
Uno de los momentos más impactantes que he experimentado fue ser ungida al ministerio.
En mi tercer año de universidad, me contrataron como parte del equipo de Ministerios Universitarios. Antes de que comenzaran las clases, fuimos a un retiro para unirnos como equipo y recargarnos espiritualmente. La última noche, nuestros líderes nos rodearon para ungirnos frotándonos aceite en las palmas mientras pronunciaban oraciones de bendición para nuestras vidas y el ministerio venidero.
La unción fue un precioso símbolo de unidad en el servicio a Dios. Salmo 133:1 exclama cuán bueno y preciado es para la iglesia vivir en unidad. Es a esta unidad a la que alude este versículo, comparando la unidad del pueblo de Dios con lo valioso del aceite usado en la unción de un sacerdote.
El aceite de la unción en sí tenía un aroma agradable, rico y dulce. Aemás se vertía a tal punto que fluía por todo el cuerpo.
Este es el tipo de experiencia que el Salmo sugiere que proviene de la unidad. Cuando nosotros como creyentes estamos en unidad de corazón, es una experiencia placentera que abarca todo nuestro ser.
Al igual que el agradable aroma del aceite, podemos agradar a Dios y a los demás cuando actuamos con amor y apoyo en lugar de contiendas y descontento.
¿Cuándo he experimentado la bendición de la unidad con los miembros fieles y cómo puedo fomentar este espíritu de unidad ahora?
Señor del cielo, ayúdame a crecer en unidad con mis compañeros fieles para que podamos experimentar las placenteras bendiciones de ser tu pueblo. En el nombre de Jesús oro, Amén.