por Heather Tietz
En todo os he enseñado que, trabajando así, es necesario sobrellevar á los enfermos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir.
Una madre de hijos pequeños siempre tiene los músculos flexionados: cargando bebés dormidos al subir las escaleras, batallando con los asientos para bebés del automóvil, cargando al recoger las bicicletas desde el parque, empujando cochecitos, corriendo para salvar a estos pequeños e inocentes trepadores de caerse desde los estantes, de las mesas, de las barandillas y de los mostradores.
Un día, una madre se estaba recogiendo el cabello cuando su hija notó los músculos de sus brazos. “¡Mamá! ¡Estás fuerte!”
Muchos de nosotros no tenemos tiempo para membresías en gimnasios o para ejercitarnos. Más bien, simplemente seguimos con nuestro día a día, organizamos, corrermos, nos agacharnos para limpiar, emprendemos las cosas por nosotros mismos significando que esto no sólo es con el sudor nuestro, sino también con el músculo nuestro. Trabajar duro para servir a los demás es como una cuchara doble. Realmente también nos beneficia a nosotros.
Cuando Pablo nos recuerda que debemos ayudar a los necesitados, nos está ofreciendo una gran cantidad de beneficios. Hay personas necesitadas en todas partes: padres solteros, personas mayores, inmigrantes, vecinos enfermos, niños pobres, personas con discapacidades. Todos estamos dotados de bienes y habilidades, formas de sacar a otros de su necesidad y ayudarlos a salir adelante.
Nuestro trabajo, nuestra comida, nuestro donativo, las notas escritas, las llamadas telefónicas, las oraciones y otros medios de apoyo no sólo fortalecen a los demás, también fortalecen nuestros músculos físicos y espirituales.
¿Qué puedo ofrecerle a alguien que está en necesidad? ¿Cómo ayudaré hoy a los necesitados?
Querido Señor, ayúdame a recordar que tú eres la fuente de mi fortaleza. Permíteme recordar confiar en ti mientras trabajo para mejorar la vida de tus hijos aquí en la tierra. Gracias por todas las bendiciones que me has dado. Ayúdame a ser de bendición para los demás. En tu nombre oro, Amén.