Cuando se trataba de jugar juegos de mesa, bajar en trineo por una colina o saltar del trampolín, mi mejor amiga y yo siempre estábamos ansiosas por ser las primeras en hacerlo.

Casi siempre nos turnábamos para mantener las cosas justas, pero puedes estar seguro de que llevábamos la cuenta de a quién le correspondía el turno.

Sin embargo, cuando se trataba de cosas como llamar a la puerta de un vecino gruñón para cobrar el dinero de la entrega del periódico, estábamos felices de dejar que la otra fuera primero. “Vas primero.” “No, tú ve primero”. “No tú.”

Con Dios en nuestras vidas, nunca tenemos que preocuparnos por quién va primero. Mientras hagamos de Él nuestra principal prioridad, no tendremos de qué preocuparnos. Dios siempre está listo, dispuesto y es capaz de ir primero: para despejar el camino, asegurarse de que sea seguro y de que tengamos todo lo que necesitamos para afrontar, sin importar, ya sea bueno, malo o indiferente, lo que nos depare el futuro.

Así que no te desanimes ni tengas miedo de nada. Dios tiene todo bajo control. Podemos contar con ello.