por John Michalak
El pueblo que andaba en tinieblas vió gran luz: los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. Aumentando la gente, no aumentaste la alegría. Alegraránse delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos.
En una habitación oscura, si las personas pueden elegir entre encender la luz de techo o una lámpara pequeña, la mayoría optará por la lámpara.
Pasar de la oscuridad total a la luz brillante es un indudabe golpe. Nos duelen los ojos y los protegeremos hasta que podemos adaptarnos al resplandor.
Isaías profetizó de una gran luz, Jesucristo, que vendría a un mundo oscuro.
Juan dijo que la mayoría de las personas a las que Jesús vino a salvar no aceptaron su luz. Y muchos hoy todavía lo rechazan. La luz de Cristo pone de relieve sus pecados y defectos, provocando dolores de incapacidad. No tienen la menor idea de que algo bueno sucederá si Dios los ilumina por completo.
Los que hemos experimentado la luz todavía podemos volver a andar en la oscuridad y tenemos el mismo instinto de proteger nuestros ojos cuando regresamos a la luz. Pero no protejas tus ojos de la luz o peor aún no la vuelvas a apagar.
Podemos sentir cierta incomodidad cuando nos enfrentamos a la verdad de la luz de Cristo. Pero después de ese dolor, hay alegría. Veremos nuevos frutos en nuestras vidas y nos preguntaremos cómo pudimos elegir la oscuridad antes.
Por lo tanto, si te encuentras en un lugar oscuro, no protejas tus ojos. Enciende la luz de techo, de lo alto, y disfruta del resplandor del amor de Dios.
¿Existe una verdad de Dios que una vez me trajo alegría, pero ahora me trae incomodidad o dolor? Le pediré a Dios que me ayude a soportar el dolor temporal para que pueda caminar en la luz de esta verdad nuevamente y conocer su gozo.
Querido Jesús, gracias por ser una luz en este mundo oscuro. Por favor lléname de tu Espíritu y tu gloria. En tu nombre oro, amén.