Han pasado casi 20 años desde que mis amigos Neil y Gwen trajeron a un joven estudiante universitario de Irak al evento de La Natividad de nuestra iglesia.

Mientras dejaba el establo (donde yo estaba ubicada) después de “conocer” a José, a María y al bebé Jesús, preguntó: “¿Es esto cierto? ¿Realmente sucedió todo esto?”

“Sí”, respondió Neil, todo lo que había visto y escuchado era real.

La cara del joven era una mezcla de emoción y confusión cuando dijo, “¡Esto es asombroso! Nunca antes había escuchado esta historia — o acerca de Jesús. Me pregunto por qué nadie nunca me había contado esto en casa. Conocemos a Dios, pero ¿Por qué no conocemos de su Hijo?”

La última parada era una escena con la cruz, la tumba vacía, y Jesús dando a sus discípulos la “Gran comisión” (Mateo 28:18-20). Neil y Gwen oraron mientras su amigo escuchaba y observaba. También oraron por él mucho después de esto, y tomaron cada oportunidad para compartir más acerca de la verdad del Evangelio con él.

El joven regresó a Irak algunos meses después, por lo que no sé si realmente llegó a conocer a Jesús. Pero ésto sé: No tienes que ser un ángel para compartir las buenas nuevas de salvación. También sé que necesitamos compartir estas nuevas en cada oportunidad que tengamos, porque nunca sabemos cuándo alguien las estará escuchando por primera vez.