por Darla Noble
Confesaos vuestras faltas unos á otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos; la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.
Hace años, cuando los niños eran pequeños, mi marido dejó fuera un paquete de chicles.
Una noche se dio cuenta de que faltaban algunas piezas. Entró en la habitación donde jugaban los niños y preguntó: “¿Quieres el resto del chicle que sacaste de mi tocador?”
Dos de los cuatro lo miraron, obviamente sin tener idea de lo que estaba pasando.
Uno de los cuatro era demasiado joven para estar en la “lista de sospechosos”.
Eso dejó sólo a una. A la que elegiría chicles cualquier día de la semana antes que caramelos o helados.
Ella comenzó a negar haber tomado el chicle, pero pronto se dio cuenta de que era inútil. En cambio, empezó a inventar excusas.
Mi marido la detuvo a mitad de la frase. “Reconoce lo que hiciste y déjalo ir. No estoy enojado porque tomaste el chicle. Sólo quería recordarte que debes pedir permiso antes de tomar algo que no es tuyo”.
Dios no quiere que intentemos justificar nuestros pecados. Tampoco sirve de nada intentar negarlos.
Dios sabe lo que hemos hecho. Él sólo quiere que nos arrepintamos y sigamos adelante con la seguridad de que hemos sido perdonados.
¿Por qué cosas necesito pedir perdón a Dios? ¿Cómo puedo escuchar hoy la voz del perdón de Dios en mi corazón, en mi mente y en mi espíritu?
Querido Dios, ¡Qué regalo! Gracias por tu aprobación y misericordia. Por favor perdona mis muchos pecados. Y por favor escúchame mientras hago oración intercesora por tus otros hijos. Gracias por las grandes cosas que has hecho por mí. En el nombre de Jesús oro, Amén.