por Margaret Michel
Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó á sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio á Dios en olor suave.
Quiensea que lo pensó ¿se suponía que las caídas eran graciosas?
Mi familia se reunía habitualmente para ver programas de comedia cuando solo había un televisor en casa y el cambio de canales era por consenso. Me senté a ver una comedia de payasadas llena de caídas y risas. No me divirtió. Me preocupé: ¿se había lastimado la persona?
Yo intento evitar caer.
Al parecer cada episodio de caída conmigo termina limitándome de alguna manera por algún tiempo. En un momento estoy de pie, caminando hacia donde quiero ir, en control. Al momento siguiente, no tengo ni el semblante de control y termino donde nunca planeé estar, tirado en el suelo, desconcertado y herido.
En mi adolescencia, enamorarme tampoco me atraía mucho. No era el amar y ser amada lo que me irritaba, sino la caída. ¿Por qué no podía entrar en la experiencia de manera racional, inteligente e intencional? Las caídas siempre conducen a moretones.
En lugar de enamorarme, preferiría caminar enamorada. Sin tambaleos, sin tropiezos. Sin manoteos de pánico.
Quiero caminar en amor con estabilidad y seguridad — en entrega mutua y vida sacrificial — con mis amados ahora y mi Amado Cristo por siempre, así como Él me amó primero y se entregó por mí.
Podría parecer que el correr cubre distancias más largas y de forma más rápida, pero ¿qué beneficios podría aportar a mi experiencia una persistente caminata en el amor?
Querido Dios, gracias por amarme. Que siempre camine en amor hacia Ti y contigo. Sé que me impedirás caer. En el nombre de Jesús oro, Amén.