por Erica Cosgrove
Y dijo Dios: Hagamos al hombre á nuestra imagen, conforme á nuestra semejanza; y señoree en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en las bestias, y en toda la tierra, y en todo animal que anda arrastrando sobre la tierra.
Mis compañeros de casa y yo tenemos una perrita al que llevamos recientemente a clases de obediencia.
Ella es bastante enérgica, pero también extremadamente inteligente. A través de las clases, aprendimos cómo lograr que respondiera a órdenes como “quédate”, “ven” y “déjalo”. Nuestra autoridad sobre ella es muy clara; ella sabe que tenemos dominio.
Sin embargo, hay un aspecto añadido que la hace más dispuesta a respetar ese dominio. Ella sabe que nos preocupamos por ella. Cada vez que regresamos de estar lejos, ella nos recibe en la puerta con entusiasmo y todo el amor que puede expresar.
Esto es muy parecido al dominio que Dios otorga a la humanidad en Génesis 1:26. Estamos hechos a imagen de Dios, y así como Él tiene dominio sobre todo, Él nos ha permitido tener dominio sobre las criaturas y plantas que nos rodean.
Si se nos pide que cuidemos lo que se nos ha dado, ¿cuánto más amoroso es el dominio de Dios sobre lo que Él creó?
Tenemos la capacidad de amar ferozmente a las personas y a nuestras mascotas, probando el amor que Dios tiene por nosotros en Su dominio sobre nosotros.
Él nos creó y luego, cuando se enfrentó a la posibilidad de perdernos, usó su dominio para mostrar amor sacrificial a fin de salvarnos (Juan 3:16; Juan 15:12-13).
¿Cómo respondo al dominio amoroso de Dios sobre mí? ¿Cómo reflejo el amor de Dios en aquello sobre lo que se me ha dado dominio?
Precioso Señor, gracias por el amoroso dominio que tienes sobre mí. Ayúdame a reflejar esta actitud sobre lo que has dado a mi dominio. En el nombre de Jesús oro, Amén.