por Ami Hendrickson
He aquí, el ojo de Jehová sobre los que le temen, Sobre los que esperan en su misericordia; Para librar sus almas de la muerte, Y para darles vida en el hambre.
Por cientos de años, los Salmos fueron el himnario de los hijos de Israel.
El rey David es uno de los letristas y compositores más famosos de Israel. Los estudiosos de la Biblia dan crédito a David con casi la mitad de los 150 Salmos. Está en debate si él escribió el Salmo 33.
Los primeros doce versos, más de la mitad de la canción, glorifican a Dios de muchas maneras. Alaba su fidelidad, rectitud, justicia y bondad amorosa (versículos 4 y 5). Lo honra como Creador (versículos 6 y 9). Lo bendice como un gran Protector (versículo 12).
Sin embargo, entretejido a lo largo del canto, y notablemente en la última mitad, existe una alabanza a Dios el Libertador Espiritual.
El versículo de hoy llega casi al final del Salmo 33, justo después de una advertencia acerca de confiar en el poderío militar.
Aunque los reyes, los ejércitos y los caballos pueden resolver algunos problemas terrenales, el salmista sabe que Dios es la única respuesta a las carencias espirituales. Nada en la tierra puede salvar almas de la muerte o mantenerlas con vida en tiempos de hambruna, ya sea que esa hambruna sea espiritual o física. Sin embargo, cada día, Dios libra a sus hijos de destinos peores que la muerte. Todos los días, podemos cantar junto con el salmista una canción antigua que suene novedosa:
”¡Nuestro corazón se regocija en él, porque hemos confiado en su santo nombre!” (Salmo 33:21)
¿A quién conozco que sufre hambre espiritual o está en peligro de muerte espiritual? ¿Qué puedo hacer para ayudarlos a aprender a temer a Dios y encontrar esperanza en su amorosa bondad?
Poderoso Dios, que nunca me olvide de alabarte. Tu majestad y gloria son eternas. Gracias por tu bondad amorosa y por tu gracia, que salva mi alma. En el nombre de Jesús oro, Amén.