Al escribir un ensayo, se nos enseña que la forma más eficaz y poderosa de comunicarse es terminar donde se empieza.

En la introducción, debes decir lo que vas a decir; en el medio o cuerpo, debes decirlo; y en la conclusión, se debe decir lo que se acaba de decir. De esta manera, el lector entenderá y abrazará más claramente sus palabras y el tema que las une.

A menudo vivimos nuestras vidas confundidos acerca de nuestra identidad, nuestro valor, nuestro propósito y nuestro futuro. Pero el Dios que os conoció de antemano y os llamó desde la fundación del mundo, el Dios que os justifica por la sangre de su Hijo, el Dios que os glorificará cuando su Hijo regrese, este Dios, este autor de toda vida y de vuestro propia vida, ha escrito un tema que une tu pasado, presente y futuro (Romanos 8:29-30).

Dios te ama. Él ha dicho esto sobre tu vida.

Él ha dicho lo que va a decir, lo está diciendo ahora y, al final de todo, mirarás hacia atrás y lo escucharás decir lo que dijo. Te reirás de haber elegido malinterpretar o dudar de las palabras de Su tema: Su tema perfecto y eterno.