Nunca olvidaré la primera vez que fui a una excursión de cavernas.

Me sentí tan fuera de mi elemento y tuve que depender de otras personas para obtener consejos.

En un momento de nuestra aventura, tuve que llegar a una cornisa que no podía ver. No me gustaba la idea de bajar sin ver dónde aterrizarían mis pies, pero uno de los miembros de nuestro equipo, que ya había bajado, me dijo que extendiera las piernas y comenzara a descender.

Creí lo que dijo. Por la relación que teníamos, comencé el descenso.

Hay una confianza que tenemos en las personas que conocemos.

En la carta de Pablo de 2 Timoteo, expresa que podemos tener tal confianza en Cristo. No es porque solo hayamos oído hablar de Él, sino porque tenemos una relación con Él. En este versículo, Pablo dice que conocía a aquel en quien creía, y por eso tenía confianza.

Tú también puedes tener confianza en Dios cuando conoces en quién crees. Cuando cultivamos una relación con Dios, descubrimos quién es Él y crecemos en la fe.

En esta relación, podemos proclamar, como lo hizo Pablo, que no nos avergonzamos de nuestro Dios y que confiamos en su capacidad para salvarnos.