por David Haase
Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad; Que guarda la misericordia en millares, que perdona la iniquidad, la rebelión, y el pecado, y que de ningún modo justificará al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, sobre los terceros, y sobre los cuartos.
Mi primo sufrió un ataque al corazón y requirió una inmediata cirugía de corazón abierto.
Todo estaba bien hasta que le quitaron la medicación para el dolor. Entonces, la metadona se convirtió en su mejor amiga.
Un día lo encontré sentado en su sofá llorando. Confesó su adicción y habló sobre comprar drogas en la calle. No podía pagar su medicamento para el corazón y tuvo que elegir entre los dos medicamentos. Explicó que estaba diluyendo la metadona para que durara más.
Una semana después, tuve la sensación de que necesitaba verlo.
Fui a su casa y lo encontré sentado en su terraza trasera con una cuerda, planeando quitarse la vida.
Fuimos a la sala de emergencias, donde una mujer joven fue asignada para monitorearlo. Ella no lo juzgó. Le explicó que ella había intentado suicidarse, que había obtenido ayuda y le dijo cuánto mejor era su vida ahora.
Pronto, fue dado de alta del hospital y enviado a casa. La semana siguiente, su pastor me envió un mensaje de texto para decirme que mi primo ya no consume drogas callejeras y ha comenzado a regresar a la iglesia.
Amo a mi primo. También su familia y su iglesia. Pero Dios lo ama aún más que nosotros. Dios también te ama, sin importar lo que hayas hecho. Venid a Él: Él promete perdón y perdonar a todo aquel que se lo pida.
¿Qué perdón necesito de Dios? Le hablaré de mis pecados, confesaré mis defectos y le pediré perdón. Entonces, aceptaré y abrazaré Su gracia y perdón.
Querido Dios, ¡Gracias por la gracia del perdón! Por favor perdóname por mis pecados. En el nombre de Jesús oro, Amén.