por Darla Noble
El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquél es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré á él.
Como madre, amo a mis hijos más que a la vida misma.
No hay nada que puedan hacer para que no los ame. Simplemente no es posible porque mi amor por ellos es incondicional.
Sin embargo, hay bendiciones (también conocidas como privilegios) que pueden negarse si no respetan mi amor al ser obedientes y respetuosos de mis reglas. Por ejemplo, si mi hija se niega a recoger sus juguetes, no la quiero menos, pero perderá el privilegio de tener juguetes con los que jugar hasta que aprenda a recogerlos cuando se le indique.
De eso se trata el versículo de hoy.
Jesús dice que, para experimentar verdaderamente Su amor por nosotros en su máxima expresión, debemos amarlo de vuelta entregándole todo nuestro ser de manera fiel y obediente. Esto incluye seguir las reglas de Dios.
Los mandamientos de Dios — Sus reglas — existen por una razón. Nos ayudan a vivir en armonía con Él y con el resto de Sus hijos.
Esto no contradice la verdad de que el amor de Dios por nosotros es incondicional. Es simplemente la forma en que Dios expresa su aprecio por nuestro reconocimiento a ese amor.
¿Cuál es mi definición de amor incondicional? ¿Tengo este tipo de amor por alguien? ¿Por qué o por qué no?
Querido Señor, gracias por amarme. Gracias por explicar claramente Tus reglas para que yo viva una vida feliz, saludable y productiva. ¡Te amo con todo mi corazón, mente y alma, y te alabo por lo que eres! En el nombre de Jesús oro, Amén.