por Darla Noble
De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; mas si muriere, mucho fruto lleva. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.
Hace algunos años visité a un familiar en Texas. En su patio delantero había una planta parecida a un árbol, un miembro de la familia de las suculentas.
Le pregunté si podía tomar un brote para intentar plantarlo para mí… en el Medio Oeste.
Cuando llegué a casa puse los brotes en agua y los puse en un lugar soleado.
Un mes después, todavía estaban verdes, pero no habían comenzado a enraizar. Tres meses después, todavía nada. Cuatro meses después comenzaron a oscurecerse y marchitarse. Pero decidí que no me rendiría….
Cuando pasó otra semana, la planta había echado raíces y la parte rojiza y arrugada estaba dando paso a un nuevo y hermoso crecimiento.
Hoy en día, la planta mide casi cuatro pies de altura y es tan saludable como puede llegar a ser una planta. ¡Me encanta! Y no solo por el tiempo que dediqué a ponerla en marcha.
La planta me recuerda que Dios nunca se da por vencido con nosotros. Incluso cuando estamos espiritualmente marchitos, Él no se rinde. Él sigue cuidándonos hasta que finalmente nos damos cuenta que todo su cuidado y provisión pueden ayudarnos a crecer y convertirnos en algo mejor de lo que somos sin Él. Así que sigue adelante y crece, arraigado en el amor y la salvación de Jesús.
¿Qué incidente en mi vida me ha hecho sentir enojado, herido o resentido? Entregaré esto al Señor, pidiéndole que me ayude a ser más fuerte en mi fe.
Querido Señor del cielo, por favor abre mis ojos para verte con claridad. Permíteme crecer en tus caminos, prosperando en la esperanza de la salvación. En el nombre de Jesús oro, Amén.