por Beatrice Jean-Baptiste
Y crió Dios al hombre á su imagen, á imagen de Dios lo crió; varón y hembra los crió.
Nueve libras con nueve onzas, y dieciséis pulgadas de largo; esas fueron las medidas de mi hijo menor al nacer.
Después de nueve meses de orar y esperar, finalmente logró hacer su entrada en este mundo: la viva imagen de su padre. Hasta el día de hoy, amigos y familiares concuerdan que él es una versión en miniatura de mi esposo — su Mini-Me.
En el principio, la humanidad era la viva imagen de nuestro Padre celestial. Sin embargo, cuando Adán y Eva pecaron, la imagen de Dios se distorsionó. Afortunadamente, no fue destruido.
Cuando nuestras vidas se entregan a Dios, la belleza de Su carácter se manifiesta en toda su plenitud. La imagen de Dios se ve más claramente cuando nuestras palabras y acciones reflejan su carácter de amor.
Como portadores de la imagen de Dios, somos apartados del resto de Su asombrosa creación porque tú y yo podemos asemejarnos a Él moral, social y mentalmente.
Tu existencia no es casualidad. Dios te creó a Su imagen para reflejar Su bondad al mundo que te rodea.
Tus dones y talentos únicos dan testimonio del gran interés de Dios en ti. Su mayor deseo es que te parezcas a Él de tal manera que los que te rodean vean Su carácter más claramente y reconozcan que eres una viva imagen de tu Padre celestial.
¿Qué puedo hacer hoy para ayudar a otros a reconocer más fácilmente a Dios?
Querido Dios, gracias por crearme a tu imagen. Muéstrame formas en las que pueda reflejar mejor tu carácter para que otros puedan ver más de ti en mí. En el hermoso nombre de Jesús oro, Amén.