¿Alguna vez se ha esperado que hicieras algo a pesar de que no tenías las herramientas necesarias para hacerlo?

Quizás ni siquiera recibiste instrucciones sobre cómo realizar correctamente la tarea que te habían encomendado. Esta situación no sólo es extremadamente estresante e injusta, sino que también puede ser peligrosa y provocar graves fallos con consecuencias duraderas.

Aunque Dios nos invita a asociarnos con Él (a menudo pidiéndonos que hagamos cosas que parecen imposibles), nunca nos pide que hagamos nada por nuestra cuenta. Para Él todo es posible (Mateo 19:26).

Él no nos pide que huyamos del diablo sin darnos un lugar hacia donde correr. Él no nos pide que resistamos la tentación sin darnos una forma de decir “no”. Dios no nos da indicaciones ni establece expectativas sin decirnos cuáles son. Él nunca nos abandona ni nos prepara para el fracaso.

Aquellos de nosotros que hemos aceptado a Jesús como Salvador tenemos el poder del Espíritu Santo viviendo en nosotros para guiarnos, animarnos y protegernos.

Mientras lees y estudias la Palabra de Dios y descubres cuál es su plan para tu vida, recúerdate a ti mismo: ¡Yo tengo el poder!