Dios hace que cosas simples construyan naciones, ganen batallas y, en última instancia, cambien el mundo.

Dios ha dicho mucho de su historia de la redención usando cosas y personas no poderosas: una pareja de ancianos, una canasta, un hombre con dificultad para hablar, un arbusto, un bastón, una cuerda, una ciudad con mala reputación, el hijo menor, una niña humilde, un hombre pobre, un granero sucio, pastores humildes, un bebé pequeñito, y la lista sigue.

¿Por qué cosas simples?

Porque lo simple necesita de un salvador. Los débiles, los pequeños, los humildes necesitan a Dios. Su poder propio no puede despertar un sistema reproductivo envejecido. Ni su poderío puede salvar a un ejército. Sus palabras no pueden convencer a una nación. No tienen la educación, el dinero ni la experiencia. Pero todos los vacíos en sus vidas son espacios para la mano poderosa de Dios, invitaciones para que un Dios todopoderoso haga algo sorprendente.

Si en la vida te consideras simple o sin poder, entonces eres un gran candidato para la mano de Dios. Lo necesitas. Invítalo a tu vida hoy. Nunca serás más sabio ni más fuerte que cuando te pones en su mano poderosa.