En enero de 1905, el capitán Frederick Wells, que supervisaba la Mina Premier de Sudáfrica, descubrió lo que se conoce como el diamante Cullinan, el diamante más grande del mundo en ese momento. Era tan grande como un limón, más de 3,100 quilates y pesaba alrededor de 1,3 libras.

Se contrataron detectives y guardias armados para supuestamente entregar la piedra preciosa a Londres. Pero cuando llegaron, abrieron la caja para encontrar solo un trozo de carbón adentro.

El diamante, sin embargo, estaba bien. Unos días después, el cartero lo entregó en una caja sencilla marcada como “paquete postal”.

Jesús podría compararse fácilmente con el diamante precioso. En lugar de ser entregado en un frenesí de pompa y circunstancia, vino como el humilde hijo de un carpintero — en un paquete sencillo por así decirlo. Sin embargo, dentro estaba el tesoro invaluable del amor de Dios.

Si te permites estar arraigado en el amor de Dios, te mantendrá seguro y fuerte. Tendrás el privilegio y el poder de saber cuán vasto es su amor. Serás hecho completo con toda la plenitud de vida y poder que viene de Dios. Serás templo del Dios vivo y Él será tu padre y tu amigo.