por John Michalak
Yo empero cantaré tu fortaleza, Y loaré de mañana tu misericordia: Porque has sido mi amparo Y refugio en el día de mi angustia. Fortaleza mía, á ti cantaré; Porque eres Dios de mi amparo, Dios de mi misericordia.
“¡Estamos rodeados!”
Este era el grito que se escuchaba a menudo en las viejas películas de guerra. Por soldados que se encontraban por todos lados rodeados por el enemigo.
David a menudo enfrentó tal peligro. En el Salmo del versículo bíblico de hoy, los hombres de Saúl estaban intentando matar a David, quien clamó en alta voz como cualquiera de nosotros lo haría en una situación similar. Pero nunca perdió de vista su centro de refugio: la imponente torre fortificada de Dios.
Podemos encontrarnos rodeados de enemigos, aquellos que se oponen a nuestro deseo de vivir vidas santas, que nos invitan a entregarnos a los deseos del mundo, o los enemigos de nuestra fe, que nos incitan a dudar o caer en la desesperación.
En el centro de tu prueba se encuentra una fortaleza invisible, una torre fuerte que, si elegimos verla y entrar en ella, podría salvarnos de nuestra angustia. Si no la vemos es porque nuestra atención está centrada en el enemigo y no en el Dios que salva.
Abre tus ojos.
En el centro de toda angustia, puedes encontrar fortaleza. A través de la alabanza, la devoción y la oración, subirás a la torre fuerte de Dios. Entonces la oscuridad que te rodea se apartará y huirá. Vuélvete a Dios; Él está listo para ayudarte en tu aflicción.
¿Qué enemigos me rodean? Le pediré a Dios refugio por estas cosas hoy.
Querido Dios, solo tú proporcionas el refugio y el consuelo que necesito. Ningún enemigo puede derribar tu protección. Tu misericordia es inexpugnable. Gracias por tu amor y amparo. En el nombre de Jesús oro, Amén.