Jesús vio algo útil en el irascible Juan.

Jesús miró más allá de la superficie, en lo profundo del alma de Juan. No se centró en lo que era el discípulo, sino en lo que podría llegar a ser cuando fuera refinado y habilitado por la gracia de Dios.

Cristo ama tomar material inútil y convertirlo en objeto de su gracia. Él transformó a Juan en uno de los discípulos más amorosos y afectuosos. Uno del círculo íntimo de Jesús, estuvo con Jesús en el Monte de la Transfiguración, en Getsemaní y en la cruz. Después de que María Magdalena dijo que la tumba de Jesús estaba vacía, Juan corrió a la tumba con Pedro y creyó.

Cristo transformó a Juan de un tizón impaciente, listo para explotar con cada desaire, a un hombre amable y amoroso que escribió: “Amados, si Dios nos amó de esta manera, también debemos amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11). El amor de Jesús fluyó de su corazón hacia Juan. Y Juan creía que la esencia de todo el cristianismo era el amor.

La vida de Juan te dice que si pasas tiempo con Jesús, llegas a ser como Él. En el momento en que aceptas lo que Jesús te ofrece, te vuelves como Él te ve.

Cuando Jesús te mira, mira más allá de la superficie. Él ve el potencial en lo profundo de tu vida. Hoy es el momento en que puedes convertirte en lo que Dios ya sabe que eres.