por Heather Tietz
Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo: porque tú eres mi alabanza.
No estoy acostumbrada a las expresiones carismáticas de fe, ¡pero las amo!
No agitamos nuestras manos regularmente en la iglesia ni danzamos durante el servicio, de modo que no tengo práctica en adorar de esa manera. Sin embargo, ha habido momentos en mi vida en los que, sin una comunidad de alabanza a la vista, me he sentido impulsada a adorar carismáticamente.
Sin nadie alrededor, he danzado en nombre de Dios. He levantado mis brazos con el anhelo, en cierta forma, de estar más cerca de su presencia. Y, francamente, no lo he logrado lo suficiente… no por causa de Dios, sino por mi causa.
Jesús dijo que las rocas gritarían si la gente no alababa. ¡Todavía no las he escuchado! Yo creo que en todo momento alguien, en algún lugar, está levantando su nombre. El espíritu de la gente en todo el mundo está presto para alabar a Dios.
Hay un constante cántico de adoración que sube. Cuando uno se detiene, otro está tan inspirado por la belleza de la naturaleza, o por el poder de Dios, por su perdón, por su inteligente sincronización o por su gran amor, que se siente impulsado a levantar las manos, doblar las rodillas o alzar su voz en alabanza.
No ignores ese impulso de unirte a ese canto de adoración.
¿Cuál es mi forma favorita de alabar a Dios? ¿Qué ha hecho él últimamente que me ha inspirado?
Querido Dios, gracias por ser mi sanador y mi salvador. Que nunca deje de alabarte. En el nombre de Jesús oro, Amén.