por Heather Tietz
Y parió á su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y acostóle en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Los cumpleaños son una gran acontecimiento en nuestra casa.
Todo el mundo tiene un día en el que recordamos y nos regocijamos por su vida. Planificamos este evento especial con semanas de anticipación, pero nuestros hijos a menudo programan sus cosas favoritas con meses de anticipación.
Dios también planeó el nacimiento de su Hijo.
Ordenó los detalles del mismo desde al menos ocho siglos antes de que naciera Jesús (ver Isaías 9:6). De hecho, Dios ya estaba insinuando en Génesis su plan de cumpleaños (Génesis 3:15).
Dios no planeó que su Hijo probara por primera vez la vida en el esplendor creado por el hombre, en el lujo, en la tranquilidad o incluso en la limpieza. En cambio, puso a su Hijo en una ciudad aglomerada con aire vigoroso, telas suaves, heno espinoso y leche tibia. El Niño Jesús experimentó el olor de las criaturas terrenales mientras sus nuevos padres contemplaban con asombro el rostro de su hijo recién nacido.
La elección del cumpleaños de Dios para su Hijo revela algo maravilloso acerca de sus intereses. Durante miles de años, Él lo planeó.
Seguramente el cielo es un lugar limpio y ordenado, pero Jesús deba amar la creación cruda que es suya. ¿Qué podemos hacer sino amarlo, porque Él nos amó primero?
¿Cuáles fueron las circunstancias de mi nacimiento? ¿Con qué frecuencia doy gracias a Dios por mi vida? Él planeó mi nacimiento incluso antes de que yo naciera, tal como lo hizo con Jesús. ¿Qué dice esto acerca de sus planes y su amor por mí?
Querido Dios, gracias por el nacimiento de tu santo Hijo Jesús. Gracias por enviarlo a este mundo imperfecto para que yo pueda ser salvo. Que siempre tenga lugar en mi corazón para ti. Te amo. En el santo nombre de Jesús oro, Amén.