por Darla Noble
El corazón alegre hermosea el rostro: Mas por el dolor de corazón el espíritu se abate.
Sheri es algo callada y reservada, pero siempre tiene una sonrisa en su rostro; dando a todos la impresión de que ella lo tiene todo “bajo control.”
Pero “bajo control” es lo último en que esperarías que Sheri estubiera.
Su esposo de treinta y siete años murió de un ataque cardíaco repentino, su madre tiene demencia y necesita atención casi constante, y sus hijas y sus familias viven a varias horas de distancia, lo que dificulta las visitas frecuentes.
Cuando alguien le pregunta cómo puede ser tan feliz, Sheri responde que no es nada que ella haga, sino todo lo que Dios hace por ella.
El corazón de Sheri no está contento por las dificultades de su vida. Se alegra a pesar de estas situaciones y porque elige encomendar su corazón a Dios.
Dios no espera que pasemos por la vida sin sentirnos tristes, ansiosos, abrumados o incluso enojados. Él es quien puso esas emociones dentro de nosotros. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué los puso allí? Creo que Dios nos creó de la manera en que lo hizo para ayudarnos a darnos cuenta de nuestra necesidad de que Él sea el guardián de nuestro corazón.
¿Confío en que Dios traerá abundantes bendiciones a mi vida incluso cuando me encuentre en lo que parecen ser circunstancias terribles? ¿Cómo puedo saber que Dios me ama sin importar lo que me pase?
Querido Dios, canto con el salmista: ¡Me has alegrado! No importa lo que esté pasando en mi vida, Tu amor me rodea, Tu gracia me sostiene y Tú llenas mi corazón de alegría. ¡Te alabaré por siempre, mi Creador y mi Dios! En el nombre de Jesús oro, Amén.