por Heather Tietz
Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él: Arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis aprendido, creciendo en ella con hacimiento de gracias.
Los ramos de flores son hermosos.
Pueden cambiar el ambiente en una habitación. Pueden cambiar el estado de ánimo de alguien en un instante. Pueden comunicar cien palabras sin pronunciar ninguna. Pero los ramos de flores no tienen raíz para vivir, sin un ancla para los nutrientes. Sin raíces, los ramos simplemente mueren.
También nosotros necesitamos raíces.
Podemos mostrar una sonrisa y una cara radiante, pero el cristianismo es mucho más que eso. Es una filosofía profunda, una forma de vivir y amar que mueve la vida, cambia la actitud, influye en las decisiones y dura los 365 días. Ese cheque al portador que se perdió, ese acosador escolar, esa reparación inesperada en el hogar, esa situación desesperante no nos marchitará si hemos estado arraigados en Dios.
¿Estamos adentrados en Él en oración? ¿Estamos absorbiendo sus palabras? ¿Nos estamos alimentando con gratitud? ¿Estamos invirtiendo un poco de nuestras finanzas en su obra? ¿Estamos confiando en que Él proveerá mientras guardamos el sábado? ¿Estamos recibiendo y dando ánimo a otros cristianos? Así es como nos adentramos en él y en sus caminos. Necesitamos asegurar nuestras raíces, y no esperar hacerlo cuando soplen los vientos turbulentos de la vida.
Estar arraigados no es algo solo acerca de nosotros. Las raíces literalmente sujetan el suelo de la tierra. Nuestros matrimonios, nuestras familias, nuestras comunidades: el metafórico jardín que nos rodea necesita que nosotros estemos arraigados en Jesús. Es el predominio del amor, el gozo, la paz, la paciencia, la bondad, la fidelidad y el dominio propio; y el espíritu de Dios en los cristianos, lo que ultimadamente sujetan nuestro mundo.
¿Cómo he descubierto que estar arraigado beneficia a quienes me rodean?
Dios Todopoderoso, ayúdame a estar fuertemente arraigado a ti todo el tiempo. En el precioso nombre de Jesús oro, Amén.