El 9 de abril de 1865 finalizó oficialmente la Guerra Civil Estadounidense.

Durante cuatro años, la guerra se había desatado, enfrentando a hermano contra hermano en lados opuestos en un conflicto que cobró aproximadamente 750.000 vidas.

La guerra nunca fue parte del plan original de Dios. Dios es un Dios de amor. De paz. De buena voluntad para toda la humanidad. Pero Dios puede usar incluso las circunstancias más terribles para alcanzar a sus hijos.

Durante el curso de la Guerra Civil Estadounidense, varios avivamientos barrieron el país. En ocasiones, la predicación, el canto de himnos y la oración continuaban sin parar durante un día completo o más, con reuniones llenas hasta rebosar. Algunos estiman que se convirtieron casi 350.000 soldados.

Mientras la guerra devastaba el país, destruyendo propiedades y fragmentando familias, los partidarios de ambos bandos oraron al mismo Dios. Pidieron por la seguridad de sus seres queridos y le suplicaron a Dios que bendigera su causa.

¿Escuchó Dios sus oraciones? Por supuesto que lo hizo, incluso cuando el resultado fue diferente de lo que esperaban.

Si bien es cierto que la oración puede cambiar el curso de la historia, puede hacer algo aún más asombroso: puede cambiar corazones y vidas para la eternidad.

Algún día, todas las guerras en la Tierra terminarán. Pero tenemos la promesa de que, como Hijos de Dios, tendremos el privilegio de vivir confiadamente con Él para siempre.