por Darla Noble
Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
Vivimos en una sociedad obsesionada con lo “nuevo”, lo “mejorado”, lo “último”, lo “actualizado” y lo más “avanzado”.
Considera tu teléfono. O tu computadora. Tu televisión. Tu ropa. Cada año, una gran cantidad de personas hacen fila, incluso acampan durante la noche, para estar entre los primeros en obtener lo más nuevo.
Claro, algunas cosas se desgastan y necesitan ser reemplazadas. Pero Dios no es una de esas cosas. Tampoco lo es su Iglesia. Jesús no está estropeado, por lo que no deberíamos intentar arreglarlo.
No necesitamos iglesias elegantes, ni formar un equipo de adoración que haga un espectáculo, ni luces de colores o gráficos llamativos o presentaciones en video para ser la Iglesia que Dios puso en movimiento en el Día de Pentecostés.
Todo lo que necesitamos es la Biblia, un corazón dedicado a Dios, una voluntad sumisa y un deseo de ser como Jesús y no alguien más.
¿Cómo ha crecido y cambiado mi relación con Jesús durante la última semana? ¿Y en el último mes?
Querido Jesús, que pueda vivir cada día siendo la persona que tú me has llamado a ser. Eres inmutable en tu amor por mí y por los demás. Quiero representarte de una manera que te agrade. En tu nombre oro, Amén.