Las bendiciones de las riquezas de Dios son mucho mejores que las del mundo.

Nuestra conexión íntima con Jesús es una tremenda bendición de valor insondable. Es una bendición que nos hace ricos en todos los ámbitos de la vida: físico, emocional, social, financiero, intelectual, relacional y espiritual.

Como dice el versículo de hoy, nuestra riqueza en Jesús no añade tristeza ni problemas. Esto es algo que el mundo no puede ofrecer. Las riquezas que ofrece el mundo pueden parecer grandiosas e incluso satisfacer por un tiempo, pero carecen de la capacidad de traer paz, contentamiento y gozo duraderos en medio de todo lo que sucede a nuestro alrededor.

Cuando Jesús es el centro de tu vida y el enfoque de tu vida es ser como Jesús, las bendiciones de tu riqueza en Él se derraman y se convierten en una bendición para todas las personas que te rodean. Le das al mundo la vislumbre de Aquel que proporciona la verdadera riqueza; permitiéndoles ver lo que ellos también pueden tener para sí mismos.