La amabilidad y la consideración son dones de Dios.

Aprendemos a ser amables y a pensar en los demás cuando somos niños. Nuestros padres suelen ser los primeros en enseñarnos a compartir, a ser educados y a ser considerados. Sin embargo, a medida que envejecemos, muchos (incluido yo mismo) perdemos el toque de bondad.

La descortesía, la injusticia y las burlas pueden impedir el crecimiento de la amabilidad. Los deportes competitivos, las pruebas de alto riesgo y el empleo basado en el mérito empujan a las personas a ser menos consideradas con los demás, a concentrarse solo en sí mismas.

Pero esta no es la forma bíblica.

Aunque alguien pueda mentir y hacer trampa para salir adelante en esta vida, se verá obligado a vivir con la culpa o la falta de conocimiento verdadero necesario para el éxito. Pueden experimentar cierto éxito aquí en la tierra, pero finalmente pagarán un precio terrible por dar la espalda a los caminos de Dios.

El saturarnos de los mandamientos de Dios, su verdad y su bondad nos da su favor. Nos ayuda a comprender los asuntos de Dios y los del hombre, tanto aquí en la tierra como para siempre en el cielo.