El Lápiz Celestial

por Heather Tietz

1 Crónicas 29:12

Las riquezas y la gloria están delante de ti, y tú señoreas á todos: y en tu mano está la potencia y la fortaleza, y en tu mano la grandeza y fuerza de todas las cosas.

La riqueza económica del mundo es compartida por un puñado de personas.

El poder también. Dios ha puesto, las dos, la responsabilidad de un gran bien y de un gran mal en manos de unos pocos. Algunos han sido piadosos. Algunos no lo han sido en absoluto. Con todo, como un lápiz celestial, Dios ha usado a los de punta afilada o desgastada, al que da como al que recibe, según su plan.

Hace mucho tiempo, Dios le dio la supremacía a Babilonia.

Eligió una nación impía, un pueblo idólatra, para conquistar a los judíos y reinar sobre ellos durante 70 años. Usó a los babilonios para disciplinar a su pueblo. Al mismo tiempo, eligió a un puñado de judíos temerosos de Él para presentar a Yahvé a esta nación impía. Daniel y sus amigos trajeron luz a una tierra pagana. A la vez, los judíos pulían su fe a medida que desarrollaban un anhelo de conectarse nuevamente con Dios.

Dios permitió que Roma, con todos sus pecados, conquistara Europa.

A pesar de su adoración idólatra, unió el Oriente con carreteras y leyes. Las leyes protegieron al apóstol Pablo y las carreteras ayudaron a difundir la Buena Nueva. Cuando Roma intentó aniquilar el cristianismo, su gran desarrollo simplemente lo impulsó aún más.

Dios está al control. La riqueza y el poder de todos los líderes están en sus manos. A veces eso es difícil de ver. Pero todos están bajo su lápiz celestial.

En última instancia, todos escriben en su historia.


Reflexión

¿Hay alguien hoy que creo que no debería tener las riquezas y el poder que ellos tienen? ¿Cómo podría Dios estar usándolos para su propósito?


Plegaria

Querido Señor, sé que eres “el autor y consumador de mi fe”. Ayúdame a recordar siempre que mis riquezas y mis bendiciones provienen de ti. Eres la fuente del verdadero poder y fortaleza en mi vida. En el bendito nombre de Jesús oro, Amén.