por Heather Tietz
Y concertaré con ellos pacto de paz, perpetuo pacto será con ellos: y los asentaré, y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre.
Los pactos de paz hechos por el hombre son imperfectos.
El 28 de junio de 1919 se puso fin a la Primera Guerra Mundial con uno de los tratados de paz más defectuoso, el Tratado de Versalles. Se suponía que traería justicia y paz a las principales potencias mundiales, pero tuvo completamente un efecto contrario.
En lugar de paz, provocó resentimiento en el corazón del bando perdedor. En dólares de hoy, se impuso a Alemania el equivalente a una deuda de guerra de 442.000 millones de dólares, una deuda que tardó casi un siglo en saldarse. Mientras tanto, en lugar de cultivar la paz con el resto del mundo, se empujó a Alemania a unirse a un gobernante que lucharía por recuperar el orgullo del país. El tratado de paz al final provocó la Segunda Guerra Mundial.
Los tratados hechos por el hombre a menudo ofrecen solo una paz superficial. Los países pueden estrechar sus manos, pero sus corazones están separados.
El profeta Ezequiel explica que Dios realmente quiere hacer las paces con nosotros.
Dios quiere poner fin a la relación hostil entre Él y la humanidad. Quiere recuperar esa dulce amistad que compartió con Adán y Eva hace mucho tiempo atrás. Así que Dios envió a Jesús, un Tratado de Paz humano, impecable, justo e interminable. ¡Jesús vino a convertir a los enemigos de Dios en aliados, y a los aliados en familia!
Si estamos dispuestos a poner nuestro nombre en su pacto, la paz eterna y la paz interior son nuestras hoy.
¿Me siento en paz con Dios? ¿Qué podría hacer para mejorar mi relación con mi Salvador?
Sí, Dios, quiero estar en paz contigo. Reclamo a Jesús como mío: mi maestro, mi auxiliador, mi consejero y mi amigo. Gracias por ser mi santuario. Oro en el nombre de Jesús, Amén.