Una semana antes de Navidad, pasé un par de horas con mis padres después de hablar en una escuela de su comunidad.

Tuvimos una buena visita, una por la que estoy inmensamente agradecida porque cinco horas después, mi mamá me llamó para decirme que papá había sufrido un ataque cardíaco y estaba en estado crítico. Dos horas más tarde, mientras estaba en el camino de regreso a donde vivían, ella volvió a llamar. Mi papá estaba muerto.

Todavía me resulta difícil escribir esto. Parece irreal. Siempre había tenido a mi papá… hasta ahora.

El día de su funeral, me paré frente a la multitud y compartí el libro de Eclesiastés; Recordando a todos que el día de nuestra muerte, como la de mi padre, debe ser uno que no deje dudas sobre si algún día disfrutaremos o no de la promesa que Dios nos hizo, del cielo y toda su gloria.

Sé que el día que los muertos en Cristo resuciten para unirse con Dios Padre y Jesús Hijo, mi papá estará entre ellos.

Estoy seguro de que yo también lo estaré.

¿Y qué de ti? Prepárate para ese día entregándote completamente a Jesús hoy y todos los días.