por Heather Tietz
Y soñó, y he aquí una escala que estaba apoyada en tierra, y su cabeza tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.
¡El cielo tocando la tierra; que hermosa imagen!
Lo prístino junto al desértico y sucio suelo. El Dios Todopoderoso junto al insignificate ser humano. Y aunque toda la riqueza celestial y terrenal están a disposición de Dios, aun así, Él se inclina para convenir con el hombre. Y abre los cielos para derramar bendiciones sobre los que no lo merecen, los que ni lo esperan.
Jacob no merecía la bondad de Dios. De hecho, recientemente había llevado a cabo la mentira de su vida, haciéndose pasar por su hermano para engañar a su padre ciego. Estaba huyendo, culpable y cansado.
Pero a pesar de su pecado, Dios lo eligió. Lo quería como su siguiente pieza en el camino de bendición para toda la humanidad. Jacob, el pecador, era una parte integral para mostrar la misericordia y el amor de Dios por el mundo.
Quizás si pudiéramos pelar las capas de nuestro mundo físico, nos daríamos cuenta de lo cerca que está Dios — observando cómo nos escondemos, entendiendo nuestra culpa y viendo nuestra debilidad. Y aunque toda la belleza del cielo es suya, todavía baja a nuestro encuentro. Él abre el cielo para nosotros, tocándonos donde estamos. Ofreciendo todo lo que necesitamos y aún más: nos da el perdón y todas las llaves para una vida abundante. Otorgando bendiciones en el presente, y en el cielo para la eternidad.
¿Qué me está llamando Dios a hacer? ¿De qué manera ha abierto el cielo y tocado mi mundo con bendiciones?
Querido Dios, todos mis sueños son tuyos. Por favor, perdona mis pecados contra ti y contra los demás. Te pido que abras el cielo y toques mi mundo con tu perdón y tu gracia. Gracias por tu amor perfecto. En el nombre de Jesús oro, Amén.