“El Señor no dará por inocente al que tome su nombre en vano”.

El versículo de hoy es el tercer mandamiento (ver Éxodo 20:2-17 para los diez). En términos más estrictos, nos dice que el nombre de Dios debe ser tratado con reverencia.

El nombre de Dios no debe usarse para juramentos falsos, bromas casuales o maldiciones profanas. De hecho, Jesús dijo: “No hagas ningún juramento. Todo lo que necesitas decir es simplemente ‘Sí’ o ‘No’; todo lo demás procede del maligno” (Mateo 5:34, 37 NVI).

Dios controla el universo. Una sola palabra de Él crea mundos, coloca planetas en su lugar y pone en movimiento galaxias. Conoce cada cabello de tu cabeza. El pájaro más pequeño que cae no escapa a su atención. Este Dios, a quien los ángeles reverencian y los demonios temen, experimentó torturas y horrores indecibles para redimir tu vida de la extinción eterna. Su nombre no es ni un improperio ni una maldición. Es santo.

Puedes usar el nombre de Dios al dar gracias, ofrecer alabanza y en la oración. También puedes enaltecer su nombre reflejando su amor por los demás, como Jesús lo dijo: “Dejen que su luz brille ante los demás, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14 NVI).