por Darla Noble
El adorno de las cuales no sea exterior con encrespamiento del cabello, y atavío de oro, ni en compostura de ropas; Sino el hombre del corazón que está encubierto, en incorruptible ornato de espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios.
Allison era una de esas bebés que se destacaba entre la multitud.
Rara vez lloraba, nunca fue ruidosa y tampoco pasó por esa etapa de los “terribles dos” años de edad. Ella era simplemente preciosa.
Dondequiera que iba Allison, la gente comentaba lo linda que era. Estos comentarios, naturalmente, pusieron grandes sonrisas en los rostros de sus padres.
Sin embargo. cuando Allison tenía alrededor de dos años, sus padres comenzaron a desincentivar o redirigir los comentarios. Cuando alguien mencionaba lo linda que era Allison, ellos decían: “Gracias, pero lo que más nos enorgullece es que sabe escuchar y siempre mantiene sus buenos modales”. O, “Es que ella es tan linda y dulce en su interior. Que esto simplemente se refleja en su exterior”.
¡Qué sabios padres! Desde el principio supieron lo esencial que era enseñarle a su pequeña que la belleza no se trata del cabello, el maquillaje, la ropa o del tamaño y la forma de su cuerpo. Sabían (y querían que ella supiera) que la verdadera belleza se trata de quién eres interiormente y cómo actúas y tratas a los demás.
A sus veinte años, Allison todavía tiene la cabeza llena de rizos y brillantes ojos azules, pero eso no es lo que la gente nota.
Lo que la gente ve es su genuina bondad, humildad y fe, las cosas que hacen que una persona sea verdaderamente hermosa.
¿La gente ve hermosura en mí de acuerdo con la definición bíblica de belleza verdadera? Si no, ¿qué debo hacer para cambiar eso?
Querido Dios, por favor dame el valor para evitar la percepción de belleza del mundo y concentrarme en lo que dices de modo que pueda tener verdadero encanto. Oro en el nombre de Jesús, Amén.