por Heather Tietz
En Dios haremos proezas; Y él hollará nuestros enemigos.
Los virus son enemigos invisibles.
Se cuelan dentro de nuestras células sanas y las engañan, convirtiéndolas en fábricas que producen más infecciones. Nuestras células hacen el trabajo sucio, sin saber que están siendo manipuladas.
Los virus no son el único enemigo invisible que nos ataca.
Efesios 6:12 dice: “Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los poderes de este mundo de tinieblas y contra las huestes espirituales del mal en las regiones celestes”.
Hay otro enemigo que no podemos ver. Utiliza armas que no esperamos. Manipula las situaciones de maneras que no nos damos cuenta.
Las personas con las que luchamos (nuestros jefes, familia, vecinos, gobierno o los líderes de otras naciones) no son nuestras verdaderas batallas. El verdadero enemigo, como un virus, no se ve, manipula las situaciones y provoca los males que vemos en los demás.
¿Cómo podemos luchar contra lo invisible?
Tenemos un arma: la oración. Debemos pedirle a Dios que pelee por nosotros. Entonces Él puede capacitarnos para mantenernos firmes en el amor, actuar con bondad y ofrecer paz a aquellos que se parecen a nuestros adversarios, pero no lo son. Entonces seremos valientes.
Ganaremos ante los ojos de Dios, y comenzaremos a ganarnos a los que nos rodean.
¿Quién siento que es mi adversario? ¿Qué “fuerzas espirituales del mal” podrían estar jugando un papel en su miseria?
Querido Dios. Ayúdame a recordar que mis enemigos no son personas. Capacítame para amar a los que me rodean a pesar de cómo me traten. Te entrego mis batallas con los demás. En el nombre de Jesús oro, Amén.