Este pasaje de las Escrituras habla de Jesús sanando a un hombre que padecía lepra.

En aquellos días, la gente consideraba que la lepra y otras enfermedades y discapacidades eran el castigo de Dios por los pecados de una persona.

Como la lepra era tan contagiosa, los leprosos tenían que vivir en un lugar separados de sus familiares y amigos. Si la gente se acercaba a ellos, el leproso tenía que tocar una campana y gritar: “¡Inmundo! ¡Inmundo!” para advertir a la gente alejarse.

Eso es lo que hace que esta curación sea tan especial. Jesús tocó al hombre, haciendo de Jesús el primer toque humano que había sentido en mucho tiempo. Pero Jesús no sólo tocó la piel del hombre. También tocó su corazón.

Tanto el leproso como los que presenciaron su curación quedaron asombrados de que Jesús lo tocara. Pero Jesús no tenía miedo ni repulsión por la piel del hombre. Tampoco le temen ni le repugnan tus malos hábitos, ni tus dolencias, ni tus discapacidades. Él quiere sanarte, tanto interior como exteriormente.

Que hoy sea el día en que experimentes el toque sanador de Jesús.