por Katelyn Molloy
Jehová se manifestó á mí ya mucho tiempo há, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto te soporté con misericordia.
Nadie es perfecto. Todos hemos cometido errores.
Tal vez robaste dinero de la cómoda de tu papá y culpaste a tu hermano cuando se enteró.
Tal vez tomaste algunas de las joyas de tu mamá sin preguntar y las perdiste.
O tal vez tomaste prestadas algunas de las cosas de tu hermano/hermana mayor y las arruinaste por accidente.
Todos hemos hecho cosas de las que no estamos orgullosos. Y todos hemos lastimado a otros en el proceso de hacer esas cosas. Cuando lastimamos a otros o a nosotros mismos mintiendo u ocultando la verdad, pecamos. Y cuando pecamos, lastimamos a Dios.
Afortunadamente, Dios no deja de amarnos cuando nos equivocamos. Tampoco nos ama más cuando hacemos cosas buenas. Él nos ama con “un amor eterno” (Jeremías 31:3), un amor que no depende de lo que hacemos o decimos.
Cuando nos equivocamos, cuando pecamos y lastimamos a Dios, Él nos llama de regreso a Él con amorosa bondad. Y cuando confesamos nuestros pecados y decimos que lo sentimos, Él nos perdona y nos ayuda a hacer lo correcto.
Juan promete: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Así que no te desanimes la próxima vez que te equivoques.
Pídele perdón a Dios y recuerda siempre que su amor es eterno.
Si Dios me ama con un amor eterno, ¿cómo puedo mostrar ese amor a los demás?
Querido Dios, gracias por amarme sin importar lo que haga. Mi gratitud hacia ti es eterna. En el nombre de Jesús oro, Amén.