por Heather Tietz
El fin de todo el discurso oído es este: Teme á Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.
Los videojuegos llegaron a los hogares estadounidenses a principios de 1970.
Uno de los primeros videojuegos que recuerdo haber jugado fue Alpiner. Con las hábiles maniobras de las teclas de flecha, intentábamos escalar con seguridad seis de las montañas más altas del mundo, esquivando avalanchas, huevos de pájaros que caían, molestas serpientes de cascabel, zorrillos, osos e incluso esquiadores Yeti.
Independientemente del problema que se presentara o de la frecuencia con la que aparecieran, teníamos que seguir escalando “hacia arriba y hacia adelante”, como diría el juego. No había otra manera de ganar, sin pasadizos secretos, sin atajos, sin modo de llegar a la meta, sino dando clic cautelosamente en las flechas del teclado.
Quizás nuestra vida cristiana sea un poco como Alpiner.
Después de Jesús y sus excelentes habilidades para escalar nosotros tenemos una meta, un deber, un camino hacia lo alto. Pues estamos limitados para evitar el desastre. A veces nos arroja y nos derrumba. Pero volvemos a levantarnos (si no en esta tierra, entonces en el cielo). Aunque no existe una forma rápida de ganar, tenemos acceso al propio diseñador del juego.
Ya sea que las montañas que escalemos estén plagadas de peligros o estén llenas de flores, nuestro deber sigue siendo el mismo. Buscar a Dios en los tiempos complicados y en los favorables. ¡Arriba y adelante! Tus músculos espirituales se irán fortaleciendo.
¿Cómo se incluye en mi agenda diaria el esfuerzo por ser como Jesús?
Santo Señor, ayúdame a recordar que de tu parte “todo ha sido escuchado”. Por favor fortalece mi fe mientras me elevo continuamente hacia ti. En el nombre de Jesús oro, Amén.