por John Michalak
El que da testimonio de estas cosas, dice: Ciertamente, vengo en breve. Amén, sea así. Ven: Señor Jesús. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
Recientemente unos amigos queridos dieron a luz a un niño muerto.
Se encuentran tan afligidos. ¿Por qué este inocente niño tuvo que dejar el mundo tan pronto?
Ven, Señor Jesús.
Veo las noticias y todo se está desmoronando. Más ataques terroristas. Más violencia. Más políticos postulantes. Más guerras con soldados jóvenes que morirán. ¿Cómo podemos vivir en este mundo de sufrimiento?
Ven, Señor Jesús.
Sigo luchando con mi pecado. En muchas formas, he visto victorias y soy transformado. Pero luego doy dos pasos atrás. Fallo. Caigo. Hay algunos pecados que simplemente no me dejan en paz. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
Ven, Señor Jesús.
Entonces veo destellos de luz en medio de toda oscuridad.
Todo aquí palidece en comparación con cualquier cosa allí.
Encuentro un pueblo redimido, aguardando la gloria que le espera. El sufrimiento me conduce a soportar, y soportar hacia un carácter, y mi carácter a la esperanza. Vivo, no como una víctima de este mundo caído, sino como un sacerdote del Reino, anhelando el día en que todos los errores se corrijan.
Ven, Señor Jesús. Ven.
¿Lloro el pecado y la muerte fuera y dentro de mí? Aunque es correcto hacerlo, también recordaré encender mis velas en la oscuridad y esperar con esperanza el día en que Jesús regrese.
Querido Salvador celestial, tu gracia es todo lo que necesito. El cielo es mi hogar. Gracias Señor, por prepararme un lugar. Gracias por considerarme lo suficientemente importante como para querer compartir la eternidad conmigo. Mi alma clama por ti. Ven, Señor Jesús. Ven. En el nombre perfecto y precioso de Jesús oro, Amén.