por Heather Tietz
El es el que hizo la tierra con su fortaleza, el que afirmó el mundo con su sabiduría, y extendió los cielos con inteligencia.
“Voy a salir a ver el mundo de mi Padre”.
Eso es lo que el pastor Maltbie Babcock solía decir antes de dar su paseo matutino hasta una colina por encima del lago Ontario.
Babcock sabía que la naturaleza era evidencia de la existencia de Dios. En la naturaleza, puedes escuchar la voz de Dios. A través de la naturaleza, puedes ver el carácter de Dios. Este amor por la naturaleza y su Creador inspiró a Babcock a escribir el amado himno “El mundo es de mi Dios” (This is My Father’s World.).
El rey David también amaba la naturaleza y a su Creador.
Debió haber crecido escuchando cómo Dios había hablado a sus antepasados a través de montañas temblorosas, vientos susurrantes, nubes de fuego y terremotos. Al igual que sus antepasados, David pasó su niñez al aire libre, cuidando ovejas. Muchos de sus salmos reflejan las lecciones que aprendió acerca de Dios a través de la naturaleza.
Jesús enseñó utilizando la naturaleza. Usó peces, barro, palos, higos, aceite, ovejas, tormentas y más para explicar quién es Dios y quién era Él.
Las palabras de Dios nos abrazan. Él tiene mucho que decir a través de su creación. Necesitamos pasearnos por su creación. Necesitamos paseos nocturnos junto a Él. Necesitamos paseos solemnes y a solas. Necesitamos mirar. Como Babcock, como David, como Jesús, necesitamos escuchar. Necesitamos absorber la paz que Dios ofrece a través de los árboles, los cielos, los insectos y los animales que no pueden evitar cantar sus alabanzas.
El mundo de nuestro Padre es un regalo de Él para nosotros, y podemos aprender de Dios admirando lo que Él ha hecho.
¿Con qué frecuencia me encuentro fascinado en la creación? ¿Qué me impide pasar más tiempo con el mundo de mi Padre?
Amoroso Creador, todo en este mundo es tuyo. Gracias por llamarme tuyo también. Por favor ayúdame a reconocer tu mano en toda tu creación. En el nombre de Jesús oro, Amén.