por Pastor Ken
Alaben la misericordia de Jehová, Y sus maravillas para con los hijos de los hombres. Porque sació al alma menesterosa, Y llenó de bien al alma hambrienta.
En los versículos de hoy, el salmista nos da cuatro razones para alabar al Señor.
Su bondad amorosa resultó en el regalo de la salvación a través de la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección que elimina la muerte, brindándonos la oportunidad de pasar la eternidad con Él.
Sus maravillosas obras en nuestras vidas incluyen provisiones para el diario vivir e intercede por nosotros (Romanos 8:34).
Él satisface los anhelos de nuestra alma. El Señor es esa “cosa” esquiva que todos buscamos para tener plenitud y satisfacción. Podemos buscar en cualquier lugar y en todas partes de la tierra, pero la verdadera satisfacción se encuentra solo en Él.
Con Dios, nada nos falta. Jesús alimenta tu alma hambrienta con el alimento del Reino de Dios (Mateo 5:3). Él ofrece plenitud de vida a través de abundantes bendiciones que no merecemos pero que Él ansiosamente desea dar (Juan 10:10).
Nos preocupamos menos cuando alabamos más.
La alabanza es el ensayo de tu canto eterno. Por gracia, aprendes a cantar. Alabemos continuamente a Dios porque tenemos las innumerables bendiciones de su amoroso cuidado. “Todo lo que respira alabe al Señor” (Salmo 150:6).
¿Creo que me preocuparé menos si alabo más a Dios? ¿Estoy dispuesto a poner a prueba mis creencias?
Querido Señor, gracias por tu bondad, tus maravillosas obras, por satisfacer mi alma y por tus abundantes bendiciones. ¡Por estas cosas te alabaré por siempre! En el nombre de Jesús oro, Amén.