No Escondas Tu Ropa Sucia

por Heather Tietz

Mateo 8:8, 13

Y respondió el centurión, y dijo: Señor, no soy digno de que entres debajo de mi techado; mas solamente di la palabra, y mi mozo sanará. Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creiste te sea hecho. Y su mozo fué sano en el mismo momento.

¿Qué pasaría si Jesús llamara a tu puerta justo ahora? ¿Te daría vergüenza invitarlo a entrar?

Dudo que yo estaría preocupada de las inevitables almohadas en el suelo o de la ropa secándose sobre la cortina de la ducha. Pero creo que inmediatamente me preocuparía por lo que mis hijos se estuvieran diciendo uno al otro.

Con demasiada frecuencia mi hogar se siente indigno de la presencia de Dios. Como el centurión del versículo de hoy, yo diría: “Señor, no soy digna de que entres bajo mi techo”.

Quizás esa no sea como tal una mala postura.

Jesús no reprendió al centurión por su humildad, por reconocer que su vida era ciertamente indigna de la presencia perfecta de Dios. Por el contrario, Jesús estuvo complacido con el respeto mostrado hacia Él. El centurión se dio cuenta inmediatamente de que Jesús era santo y que merecía un trato especial.

No podemos permitir que nuestra vergüenza nos impida acercarnos a Dios.

Todos tenemos hogares sucios, vidas sucias a sus ojos. Él ya lo sabe. Quiere que acudamos a Él en nuestro pecado, que reconozcamos que lo necesitamos desesperadamente.

Nadie más puede hacer lo que Él hace ni sanar como Él sana. Nadie puede reparar lo que está roto como puede hacerlo el Creador del Universo. Deja que Él vea tu ropa sucia. ¡Invítalo a entrar!


Reflexión

¿Qué haría si Jesús tuviera que cenar con mi familia? ¿Qué sería lo que más me preocuparía que Él viera? Se lo comentaré y dejaré que me ayude a solucionarlo.


Plegaria

Querido Jesús, por favor llena mi hogar con tu presencia. Nunca quiero que te vayas. Sé que no soy digno, pero estoy agradecido por tu gracia. Por favor, ayúdame a borrar cualquier incredulidad que todavía albergue. En tu nombre oro, Amén.