por Darla Noble
Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también á mí me has amado.
Yo conozco muchas personas.
Puedo ponerle cara a sus nombres cuando los escucho. Los reconozco cuando nos encontramos en los pasillos de la tienda o cuando atendemos el mismo evento. Y, si la situación lo requiere, sería capaz de mantener una conversación con ellos. Pero éstas personas no son mis amigos. No los conozco tan bien como para llamarlos amigos. No los conozco lo suficiente para confiarles mis sentimientos o para llamarles por ayuda; para compartir mis penas, mis alegrías y mis preocupaciones.
Y ahí están mis amigos: A los que les confío mi corazón y mis pensamientos.
Estos son las personas a las que sé que puedo recurrir cuando necesito ayuda. Mis amigos me aman sin importar qué. Con ellos no existen apariencias ni formalidades — solo yo.
Jesús es mi amigo. Él es mi Salvador, mi Señor, y al que obedezco, pero también es mi amigo.
Es mi amigo porque lo conozco y Él me conoce. No hay nada que no haríamos el uno por el otro.
¿Realmente conoces a Jesús? ¿O solo sabes quién es Él? Proponte profundizar tu amistad con Él hoy y cada día.
¿Qué puedo hacer esta semana por mi amigo Jesús para demostrarle cuánto lo amo?
Amado Jesús, por favor se mi amigo. Permanece conmigo siempre y dame el deseo de mantener mi corazón completamente abierto a ti. En tu nombre lo pido, Amén.